Strange Antiquities: entre el polvo del tiempo y los hilos del destino
Bad Viking vuelve a Undermere con una tienda donde cada reliquia puede cambiar el mundo
En los últimos años hemos visto numerosos juegos que nos colocan tras un mostrador para observar (y alterar) las vidas de los demás. Ya sea regentando un bazar en Moonlighter, atendiendo a brujas y adivinas en The Cosmic Wheel Sisterhood o sirviendo cafés en la saga Coffee Talk, el protagonista suele ser una figura discreta que mueve los hilos del destino desde la intimidad de su negocio. Strange Antiquities, la nueva obra de Bad Viking, retoma esa idea pero la lleva a un terreno aún más oscuro y sugerente. Tras ponernos al frente de una herboristería en Strange Horticulture (2022), ahora heredamos una tienda de antigüedades cargada de secretos en la decadente ciudad de Undermere.
Desarrollado por Bad Viking y editado por Iceberg Interactive, el juego llegará el 17 de septiembre de 2025 para PC y Nintendo Switch. En esta secuela espiritual, el estudio británico mantiene su amor por la deducción y el detalle artesanal, pero amplía el marco de lo cotidiano a lo sobrenatural. Strange Antiquities convierte el acto de examinar objetos en una experiencia casi mística, donde cada decisión (por pequeña que parezca) deja una huella en el mundo.
Los avatares, tótems y medallones que pueblan nuestra tienda esconden efectos que van mucho más allá de su apariencia: algunos mejoran la visión en la oscuridad, otros ofrecen protección frente a males invisibles. Esta última función resulta esencial, ya que Undermere (una reinterpretación lúgubre de la Inglaterra victoriana) parece hundirse en la podredumbre. Los cuervos se multiplican, y cada día hay más cadáveres que alimentan su vuelo.
Strange Antiquities se estructura en jornadas de trabajo. Cada día recibimos a distintos clientes que nos exponen sus problemas, y debemos encontrar el artefacto que mejor responda a sus necesidades. Al principio las peticiones son simples: nos piden un objeto por su nombre. Pero pronto comienzan a hablar en términos más vagos (efectos, sensaciones o deseos), y a veces dejan la decisión totalmente en nuestras manos. Escoger un artefacto cargado de dolor o de culpa puede alterar el destino de la ciudad más allá del mostrador.
Para identificar correctamente los objetos contamos con una serie de libros de consulta que ofrecen pistas sobre su naturaleza. Esta vez, Bad Viking amplía las herramientas de investigación vistas en Horticulture: ahora debemos atender no solo al color, sino también al tacto, el sonido o la energía que emana cada pieza. Las primeras impresiones suelen ser engañosas, y el juego nos anima a tomarnos nuestro tiempo antes de decidir. Quizás el sistema de penalización por error podría ser más interesante (tras varias equivocaciones debemos superar tiradas de dados que dejan parte del destino fuera de nuestro control), pero el proceso de deducción sigue siendo su gran fortaleza.
Gran parte del encanto de Strange Antiquities reside en su elenco de clientes. Con apenas cuatro o cinco líneas por diálogo, el juego consigue perfilar a personajes complejos que evolucionan con cada visita. Es un ejemplo admirable de economía narrativa: el texto nunca entorpece la mecánica principal, sino que la complementa y refuerza.
Aunque la identificación de artefactos es el núcleo del juego, Strange Antiquities también introduce acertijos y exploración indirecta. A medida que avanzamos, podemos consultar mapas de la ciudad y de ciertos edificios para localizar nuevos objetos ocultos. Las adivinanzas añaden variedad al ritmo: a veces debemos reconocer formas en los planos, otras seguir indicaciones ambiguas por pasillos o incluso triangular ubicaciones emblemáticas de Undermere.
Esta capacidad para generar exploración sin abandonar el mostrador explica por qué Strange Antiquities resulta tan cautivador. Es uno de esos títulos que transforman el terror y lo sobrenatural en algo cálido y acogedor. Pese a las alusiones constantes a tragedias y maldiciones, sentimos que el mostrador es un refugio: un espacio donde podemos influir en el mundo sin mancharnos las manos. Y por si fuera poco, siempre hay un gato de heterocromía esperando nuestras caricias.



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